Fredy Reyna

Fredy Reyna Revenga nació en Caracas el 03 de abril de 1917, en la parroquia La Candelaria. Su padre, Federico Reyna Herrera, fue de vital importancia en el en su desarrollo artístico

Fredy Reyna

Por Ángel Martínez

Tuve la fortuna de estudiar, trabajar y conocer de forma muy cercana al maestro Fredy Reyna. Empecé a recibir clases con él en 1976, cuando yo tenía 18 años, y me mantuve en contacto con él hasta el día de su muerte, el 26 de marzo de 2001.

Estos años me llevaron a entender la magnitud de este artista extraordinario y de su condición humana, aún mayor que su condición de artista.

Es la faceta del cuatrista, la más pública y conocida. Sin embargo, Fredy fue más que un cuatrista. ¡Mucho más que un cuatrista!

Fredy (Federico Reyna Revenga) nació en Caracas el 03 de abril de 1917, en la parroquia La Candelaria. Su padre, Federico Reyna Herrera, fue de vital importancia en el desarrollo artístico y humano de Fredy.

Federico Reyna fue fotógrafo, pintor, pianista, coleccionista. Sin embargo, tuvo que desempeñarse como empleado administrativo para poder vivir humildemente.

En una descripción que hace la prensa de la época sobre Federico Reyna lo hace de manera tan elogiosa que termina diciendo: “Tantos elogios pueden parecer exagerados. No lo son. Don Federico Reyna era realmente un dechado de perfecciones”.

Está característica de artista polifacético va a ser definitiva en la vida de Fredy.

Su formación académica no sería su fuerte. Pasaba mucho tiempo aislado como forma de castigo. Estos castigos eran más por su intranquilidad producto de su inmensa creatividad que por su mal comportamiento. Muchas veces me comentó que esos castigos funcionaron en un sentido opuesto al esperado. Lejos de motivarlo a cambiar, le sirvieron para conocerse a sí mismo con mayor profundidad. Ya adulto, alguien le preguntó:

– Maestro, ¿se jubilaba (escaparse del aula) usted de clases?
– ¡Claro! Todos los días.
– Y ¿adónde iba?
Nunca necesité salir del salón.

Fredy no concluyó sus estudios de bachillerato (Liceo Andrés Bello de Caracas). Sin embargo, compuso el himno del liceo y fundó el primer orfeón liceísta de Venezuela.

Me contó Lolita (su esposa) a este respecto que cuando la gran cantidad de actividades que estaba desarrollando lo llevaron a abandonar la dirección de este orfeón, le comentó a su maestro Vicente Emilio Sojo que iba a abandonar el orfeón de liceo, pero que tenía a un excelente sustituto: el maestro Antonio Estévez. Este orfeón siguió funcionando cuando varios integrantes comenzaron a estudiar en la Universidad Central de Venezuela (incluido Antonio Estévez) constituyendo, posteriormente, el Orfeón Universitario de la UCV. Es decir, la semilla de nuestro orfeón universitario fue sembrada por el maestro Fredy Reyna. Adicionalmente, fundó las siguientes cátedras:

El primer Taller de Manualidades Masculinas de Venezuela.
El primer Teatro Liceísta de Venezuela (junto a Alberto de Paz y Mateos).
El primer Ballet Liceísta de Venezuela (junto a Henry Thomson).
El primer Teatro de Títeres Liceísta de Venezuela.

Simultáneamente, daba clases en el mismo liceo de dibujo y educación artística.

Antes del cuatro, Fredy había tenido contacto con la flauta transversa, el piano, el violonchelo y algunos instrumentos de percusión, pero fue la guitarra el instrumento que estudió con mayor interés. Realizó estudios con el maestro Raúl Borges, fundador de la escuela guitarrística en Venezuela. Allí compartió con Manuel Pérez Díaz y Antonio Lauro, entre otros destacados músicos.

El pintor Armando Barrios decía de él: “Era un excelente guitarrista, tenía un sonido grande, poderoso. Ha podido ser un maravilloso guitarrista”.

El guitarrista Alirio Díaz señaló: “Fue un brillante guitarrista. Lo oí pocas veces, pero era brillante. Hacía arreglos para el instrumento, como el Totumo de Guarenas o la Quirpa de Vicente Emilio Sojo, de una manera muy especial. Desde entonces noté la fibra del creador musical. Demostraba gran dominio de la guitarra.”

Sus notas con el maestro Borges siempre fueron sobresalientes (19-20 puntos).

Su contacto con el cuatro fue accidental. El 27 de agosto de 1948 nació Maurice, el tercero de cuatro hijos. Por ese motivo, Fredy decide llevarle una serenata a su inseparable esposa Lolita Páez. Entre los serenateros se encontraban Raúl Borges, Rafael Carías, Domingo Mendoza, entre otros. Fredy se quedó en su casa junto a su esposa y la serenata de sus amigos siguió su ronda. Él prestó su guitarra y ésta más nunca apareció. Ante la necesidad de seguir estudiando su instrumento y la falta de recursos económicos que le permitieran comprar una guitarra, tomó un cuatro y lo afinó como las cuatro cuerdas más agudas de la guitarra. Este contacto accidental con el cuatro, el utilitario cambio de afinación, sumado a su creatividad e inventiva indetenible, lo va a ir llevando a un área de descubrimiento de una forma personal y única de tocar el cuatro venezolano. Más nunca regresó a la guitarra y comienza así la carrera de Fredy Reyna como, desde mi punto de vista, el cuatrista más importante de Venezuela. Cuando termine de contar mi historia personal de Fredy Reyna, estoy seguro que muchos, si no todos, compartirán este punto de vista.

Esta “conversión” a cuatrista que realizó el maestro Fredy Reyna nos dice mucho sobre su personalidad:

En primer lugar, adoptar una “nueva” afinación, rompiendo así el paradigma del cam-bur-pin-tón (La-Re-Fa#-Si) tan arraigado en el país. Hoy, en pleno siglo XXI y a más de 60 años de este cambio, todavía hay personas que no lo aceptan.

El cambio de un instrumento (la guitarra) que, aunque con poca trayectoria en Venezuela, ya tenía una sólida posición “culta” a un instrumento netamente popular (el cuatro). Hay que considerar dos aspectos aquí:

Hablamos de 1948. El nivel del cuatro era muy rudimentario. Quizás con algunas excepciones, pero nunca como para establecer una comparación con la escuela de guitarra del maestro Raúl Borges.

El maestro Reyna, a pesar de no haber pertenecido a una familia de grandes recursos económicos, poseía una vastísima cultura. Dedicarse al estudio de un instrumento folklórico con las características que tenía el cuatro de esa época, no debió ser una decisión sencilla.

Esto nos demuestra su capacidad de actuar sin las limitaciones de las costumbres y su valor para tomar rumbos de alto riesgo al que muy pocas personas se hubiesen arriesgado.

Fredy recomendaba a los jóvenes:

"…Tengan siempre la mente en blanco… sean siempre receptivos. No prejuiciarse. No repetir lo hecho. No obstaculizar la imaginación…Tenga la capacidad para no alienarse…"

Sin duda, hizo siempre lo que dijo.

El trabajo de Fredy Reyna con el cuatro fue extraordinario. Enumero algunos de sus grandes aportes:
● Creador de una nueva escuela del cuatro venezolano.
● Creador de un sistema propio de escritura para el cuatro.
● Constructor de cuatros (violero o “luthier”)
● Investigador acucioso de la historia del cuatro (cerca de 50 años de investigación respaldan esta labor).
● Arreglista y compositor (más de 400 piezas escritas en su propio sistema de escritura).
● Concertista magistral de su propia técnica (aún hoy, su máximo exponente), incluyendo cientos de conciertos en Venezuela y cientos en el exterior (en una época de mayores dificultades que la actual).
● Siete (7) discos, todos grabados por él mismo (arreglos o composiciones, interpretaciones y grabaciones).
● Docente que incluye centenares de cursos y talleres por todo el país y en el exterior, y la publicación de 3 métodos de cuatro, incluye uno en el sistema de escritura Braile para ciegos.

Cada una de estas facetas llevadas al nivel de desarrollo que él las llevó hubiese sido suficiente para una sola persona ¡Él las hizo todas!

Sin embargo, el cuatro fue sólo una (la más importante) de 13 actividades que realizó a lo largo de su vida. Entre otras, fotógrafo, pintor, poeta, docente, titiritero, luthier… ¡Todas, al más alto nivel!

Lo más ejemplarizante de toda su obra fue realizarla sin abandonar nunca su hermosísima vida familiar. Todo fue hecho junto a Lolita, su eterna novia de toda la vida y sus cuatro maravillosos hijos: Federico, Tatiana, Maurice y Anita. Mis queridos hermanos de la vida.

¡Nada menos!